OCTAVIO PAZ: vuelvo a una entrada «disparadora»

Discurso de Octavio Paz

Hace un tiempo atrás redacté la entrada en la que retomaba un posteo en José Alfredo Reyes López: el enlace que antecede estas líneas redirige a este blog y al posteo donde se lee el discurso completo de Octavio Paz.

Dado que aquella entrada fue la que me generó la idea de tomar cada tanto uno de los discursos de recepción del Nobel y revisar qué conceptos se plantean en ellos, creo justo retomar la actividad que ya inicié en ese camino dedicándole este espacio al discurso de Octavio Paz.

Pese al título que lleva el discurso, el comienzo del mismo pareciera centrarnos en temas vinculados con el lenguaje y su relación con la cultura y la literatura. Y en un punto es así puesto que el poeta despliega de qué modo una lengua, occidental o no, se manifiesta y reproduce en diferentes ámbitos y se tiñe con los rasgos de otras culturas. Es por ello que habla no sólo de si somos o no europeos, occidentales, sino además de qué tanto de nosotros se vincula con raíces más antiguas:

México buscaba al presente afuera y lo encontró adentro, enterrado pero vivo. La búsqueda de la modernidad nos llevó a descubrir nuestra antigüedad, el rostro oculto de la nación. Inesperada lección histórica que no sé si todos han aprendido: entre tradición y modernidad hay un puente. Aisladas, las tradiciones se petrifican y las modernidades se volatilizan; en conjunción, una anima a la otra y la otra le responde dándole peso y gravedad.

Es cierto: el segmento que cito antes de estas líneas ciertamente ya está incluyendo la reflexión acerca del tiempo. Sin embargo, en el contexto del discurso completo se puede observar que se llega a hablar del tiempo, de la historia, de la concepción mítica y la cristiana del progreso, la linealidad, la evolución, una vez que se ha elaborado un interesante entramado en relación con las operaciones de exclusión, inclusión, integración que el lenguaje produce. Y de qué modo este refleja cómo la razón, el pensamiento, modifican formas de ver la realidad (lo mítico que concibe el tiempo como cíclico, por ejemplo, por contraste con lo cristiano que habla de lo que viene por delante).

La modernidad me condujo a mi comienzo, a mi antigüedad. La ruptura se volvió reconciliación. Supe así que el poeta es un latido en el río de las generaciones.

Así como le ha sucedido a la sociedad mexicana, pareciera que Octavio Paz percibiera esa coexistencia de los tiempos en un instante que es único pero al mismo tiempo herencia y proyecto.

En relación con lo que menciona acerca de las grandes desgracias que ha atravesado el mundo tal y como lo conocemos a causa de concepciones aparentemente racionales, recuerdo un libro suyo, El laberinto de la soledad, en el que se detiene a entender la realidad mexicana de la década del ’70 (con hechos como la matanza de Tlatelolco, por ejemplo) como una demostración de cuánto de lo primitivo azteca (lo que muchos quieren borrar de sus pieles y rasgos) conlleva una violencia que se manifiesta en las acciones políticas de grupos dominantes.

En otro orden de cosas, considerando no sólo sus ensayos sino su obra poética (Blanco, Vuelta, por ejemplo), uno se encuentra con esa conjunción de miradas en las que lo oriental y lo occidental se complementan: elaboración de un texto como un mandala, cultivo de la forma poética del haiku -de origen japonés-.

Alternativamente luminoso y sombrío, el presente es una esfera donde se unen las dos mitades, la acción y la contemplación. Así como hemos tenido filosofías del pasado y del futuro, de la eternidad y de la nada, mañana tendremos una filosofía del presente. La experiencia poética puede ser una de sus bases. ¿Qué sabemos del presente? Nada o casi nada. Pero los poetas saben algo: el presente es el manantial de las presencias.

Develando el hecho de que el progreso, el consumo, el determinismo, la observación del momento presente como sujeto a un inmediato pasado o a un futuro siempre en ciernes, son cuestiones que le impiden al hombre vivir un único presente teñido de otros tiempos y vivencias Octavio Paz plantea que es la única oportunidad que tenemos para ver el «otro tiempo, el verdadero, el que buscábamos sin saberlo: el presente, la presencia».

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