1992: Derek Walcott-identidad antillana en la poesía del paisaje

Isla de Santa Lucía-Caribe

En el enlace anterior se encontrarán con una breve reseña de la obra de Derek Walcott (figura en 1992, año en el que recibió el Premio Nobel, cuyo discurso nos ocupa ahora)

No quisiera dejar de mencionar, antes de una recorrida por el discurso de Walcott, que su posicionamiento en esta disertación me ha recordado a escritores como Rudyard Kipling y Nazim Hikmet. No es tanto por una postura ideológica en el sentido político sino más bien en relación con la pertenencia a un territorio y la forma de vivir dentro de él la propia IDENTIDAD.

En el caso de Hikmet existe una evidencia de su lucha por la nación turca y su conexión con el comunismo, lo que le valió el exilio. Un poema para considerar, en función de su compromiso con la vida, es «Sobre la vida» -que pueden encontrar en el siguiente enlace: https://laepoca.apa.org.ar/Revistas/28-El-virus-de-lo-extranjero.-Lo-extrano-como-virus/No-es-chacota-la-vida-Intersecciones-con-la-poesia. Por lo que se refiere a Kipling considero que es en La marca de la bestia donde mejor se percibe su compromiso con su lugar de origen (India); si bien no se trata de un ensayo sino de una historia, de un relato de estilo fantástico, su epígrafe exhibe la mirada que el escritor expone con respecto a las culturas entrelazadas en la narración. En este enlace pueden encontrar la versión en historieta que en 2019 realizaron algunos de mis alumnos a partir de la lectura y las ilustraciones de una edición.

Debemos recordar que estos escritores, incluyendo a Derek Walcott, escribieron (o fueron publicadas sus obras) en idiomas europeos, sin que ello implicara un desconocimiento de los idiomas de sus lugares de origen (más bien todo lo contrario). En el caso de Derek Walcott, Antillas (donde se encuentra ubicada la isla de Santa Lucía) representa un territorio en donde la Historia pierde su protagonismo ante la entidad de un ambiente que se impone para ser vivido y descripto; un ambiente que ha sido mimetizado con otras culturas y que de ese modo se ha representado como un espacio turístico e idílico, en tanto se ha olvidado observar sus peculiaridades: su ritmo más acorde con el siglo XIX, por ejemplo, sin que ello actúe en detrimento de la entidad antillana.

dos religiones distintas, dos continentes distintos, ensanchando el corazón con el dolor que es alegría. Pues ¿qué es la alegría sin el miedo? El miedo al egoísmo, porque así, sobre este estrado, con el mundo prestando atención a mí, no a ellos, quisiera preservar invioladas esas sencillas alegrías, no porque sean inocentes, sino porque son verdaderas. Tan verdaderas como el día en que Perse, con la bendición de sus dones, escuchó los fragmentos de su propia epopeya de Asia Menor en el susurro de las palmeras reales, esa Asia interior del alma por donde vaga la imaginación como si la imaginación fuese algo opuesto a la memoria colectiva de nuestra raza.

La cita precedente se encuentra en el final del discurso de Walcott. Para alcanzar cabalmente todo su significado tomaremos algunas ideas anteriores en el mismo texto. Sin embargo, queda algo por señalar en relación con las experiencias de otros escritores.

pero si bien Perse renegó de sus orígenes grandes escritores incurren a menudo en el desatino de querer suprimir su cuna, nosotros no podemos renegar de él en mayor medida que de Aimé Césaire y su ascendencia africana. Y no se trata de conveniencia; tal es la irónica república que es la poesía, ya que cuando veo al ocaso que se mueven las frondas de las palmas reales, pienso que están recitando a Perse. La privilegiada y fragante poesía que Perse compuso para celebrar su blanca infancia, y la grabación de música hindú, detrás de los arqueros morenos de Felicity, con las mismas palmas reales recortadas contra el mismo cielo antillano, me conmueven por igual. Siento el mismo intenso orgullo por los poemas que por los rostros.

Correspondiente a un segmento en el que se refiere a Saint John Perse y su vinculación con las Antillas (Isla de Guadalupe)

La cita precedente se vincula con dos cuestiones planteadas por Walcott en su elocución: por un lado, el hecho de que hay escritores (a diferencia de lo que señalamos más arriba) que una vez educados en determinada cultura dejan de lado o reniegan de la propia por nacimiento; sin embargo, ello no amerita para Walcott el renegar de ellos o hacerlos a un lado puesto que de alguna manera se han vinculado con las raíces que parecen querer borrar u olvidar. Por otra parte lo anterior nos conecta con el posicionamiento de Walcott en relación con el universo que ha representado: su necesidad de hablar en representación de los «indígenas» (así mencionados en la traducción por contraposición a los «viajeros» como veremos luego) y de hacerlo en patuá (hacia el final de este artículo transcribiré un poema que él expone en su discurso)

Estoy aquí en nombre de ellos, si no es que en el de su imagen, pero también en el nombre del dialecto que intercambian como las hojas de los árboles, cuyos nombres son más flexibles, más verdes, más agitados por la mañana que en inglés (laurier canelles, bois-flot, bois-canot), o los valles que los árboles nombran (Fond St. Jacques, Mabonya, Forestière, Roseau, Mahaut), o las playas desiertas (L’Anse Ivrogne, Case en Bas, Paradis), todas son canciones o historias por sí solas, pronunciadas no en francés, sino en patuá.

Señala también Derek Walcott que lo anterior es un proceso que él debió experimentar para comprender cabalmente el mundo en el que nació y creció, aquel que todo el tiempo las culturas hegemónicas intentar adaptar a una concepción cultural y a una mirada del Caribe proveniente de los folletos turísticos. En este sentido afirma

Yo tenía derecho, como cada trinideño, a los éxtasis que eran suyos, porque el éxtasis era la altura del sinuoso tamboreo de los altavoces. Tenía derecho al festín de Husein, a los espejos y los templos de papel crepé de la epopeya musulmana, a la danza del Dragón Chino, a los ritos de la sinagoga de los judíos sefarditas, que antaño se localizaba en tal o cual calle. Sólo soy una fracción muy reducida del escritor que sería de haber abrazado todos los lenguajes fragmentados de Trinidad.

Otra cuestión interesante que plantea Walcott en su disertación se relaciona con los «viajeros» y los «indígenas». Frente a los lugares comunes de los turistas que dicen enamorarse del Caribe, el escritor señala que AMAR implica quietud, inmovilidad en tanto que VIAJAR se relaciona con el movimiento. A partir de esta dicotomía, establece una diferente forma de involucrarse con el ambiente en el que se vive o por el cual se transita. Siempre que el VIAJERO se dedique a esa actividad (sea turista o no), percibirá todo en cambio y movimiento; si acaso sucediera que regresara a un lugar porque lo ama, entonces habrá devenido en INDÍGENA (sin que incida en ello el origen sino más bien el sentido de pertenencia)

Lo que está oculto no puede ser amado. El viajero no puede amar, pues amar es inmovilidad y estancamiento, y el viaje es movimiento. Si el viajero retorna a lo que amó de un paisaje, y si se queda allí, no es ya un viajero: se encuentraen un estado de estancamiento y concentración, se ha convertido en un amante de esa parte específica de la tierra, se ha convertido en un indígena.

Hay otras imágenes interesantes de trabajar, como el papel de la Historia en estos ámbitos o la búsqueda de elementos elegíacos por parte de diversos escritores, así como la presencia de una memoria fragmentada de evocaciones antiguas (o perdidas) que se compone y recompone en una ceremonia que repite y reinventa o renueva hábitos, costumbres… Sin embargo, para no excederme en el desarrollo de mis observaciones, finalizo este artículo con la inclusión del poema que para Walcott muestra la diferente forma en que los idiomas pueden representar lo que exhiben

Uno se levantaba oyendo dos lenguajes: uno era el de los árboles, el otro el de los colegiales recitando en inglés:

I am monarch of all I survey,

My right there is none to dispute;

From the centre all round to the sea

I am lord of the fowl and the brute.

Oh, solitude! where are the charms

That sages have seen in thy face?

Better dwell in the midst of alarms,

Than reign in this horrible place…

(Rey soy de cuanto domina mi vista,

Un derecho que nadie me disputa;

Del centro a la redonda, y hasta la mar,

Soy el señor de las aves y las bestias.

¡Oh soledad!, ¿dónde están los encantos

que los sabios veían en tu rostro?

Mejor vivir en medio del tumulto

Que ser monarca en este horrible sitio…)

Mientras en el campo, con el mismo metro, pero al son de instrumentos orgánicos, violín hecho a mano, chac-chac y tambor de pelo de cabra, una muchacha de nombre Sensenne cantaba:

Si mwen di’ous ca fait nwen la peine

‘Qus kai dire ca vrai.

(Si te dijera que eso me dolió,

Dirías: «Es cierto.»)

Si nwen di ‘ous ca penetraint nwen

‘Ous peut dire ca vrai.

(Si te dijera que me heriste el corazón,

Dirías: «Es cierto.»)

Ces mamailles actuellement

Pas ka faire l’amour z’autres pour un rien.

(Los muchachos hoy

no hacen gratis el amor.)

«Las Antillas: fragmentos de una memoria épica»-Traducción: José Luis Rivas y Norman Glass

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