LO QUE HICIERON AHÍ (María Rosa Lojo): piezas de nuestra memoria que reconstruyen una identidad personal y colectiva

El espejo (…) refleja fragmentos de las caras que componen un rompecabezas transitorio (…) Como en algunos cuadros o historias donde hay partes descolocadas, ocultas o perdidas, que sólo un ojo completo, por encima de todos, podría descubrir

Lo que hicieron ahí-pág. 33

La cita precedente, que por cierto María Rosa Lojo replica en el prólogo de su libro como caracterización de la esencia del mismo, sin dudas hace aflorar la diversidad de miradas que los hechos de esta historia involucran según qué actores del relato revelen sus versiones.

Aun así todavía hay más para tener en cuenta: no sólo la voz narradora se ve comprometida a transmitir las vivencias de los seres que transitan las páginas así como además decidida a velar ciertos hechos y vínculos que el lector deberá ir enlazando; también, en más de una forma, el que recorra las páginas no podrá abstraerse de la necesidad de conectar circunstancias con vivencias personales o procedentes de un contexto cultural, familiar e histórico.

Si, además, quien lee ha visitado la producción narrativa de María Rosa Lojo (iniciando por Canción perdida en Buenos Aires al Oeste, la primera de sus novelas) seguramente reconocerá no sólo los cruces de los hechos históricos con los ficcionales sino que se encontrará con datos que lo remiten a otras lecturas en las que la escritora ha jugado con historias, personajes, familias, épocas entrelazadas.

Dicho todo esto (que no deja de presentar aspectos interesantes para conversar, debatir y profundizar), centrémonos en el funcionamiento de ese rompecabezas/espejo que se distribuye a lo largo del libro.

Los títulos de las cuatro secciones aportan datos que se pueden percibir y resignificar luego de una primera visión completa. El relato que las precede sólo será percibido en su verdadero enclave en el tiempo de la historia (en relación con el tiempo del relato) una vez concluida y revisada la lectura realizada (y esto aun si uno va realizando hipótesis a medida que avanza junto con la historia y los personajes). «El aniversario» y «Nacer», que remiten a la temporalidad, comienzan a entrelazar personajes que tienen en común algún hecho pese a que provengan de diferentes contextos o épocas; «Trajes» y «Los que saben» nos enfrentan a las máscaras, las apariencias (en el primer caso) y al descubrimiento de personajes que poseen las claves de algunos o varios de los sucesos que el lector deberá tener la cautela de confirmar o la paciencia de someterse a la necesaria ambigüedad que plantea la evidencia de que quizás no todo será revelado. Bien es cierto que este lector se verá satisfecho al reconocer que ciertas pistas han sido recorridas y descubiertas por él y nunca llegaron a conocimiento de algunos personajes.

La línea cronológica no es de fácil reconstrucción, pero ello (además de constituir un desafío) no es impedimento para que el lector sea llevado de una a otra época, saltando incluso a situaciones protagonizadas por personajes diferentes (ya conocidos o que aparecen por primera vez -algunos luego relacionados con otros conocidos-). En ese recorrido el que lee va anudando datos y reconociendo pistas; en ocasiones querrá retroceder unas páginas para corroborar un dato, pero su huella ya habrá quedado marcada en la memoria de su lectura. Por otra parte, más allá de la secuencia cronológica, la serie de enlaces entre diferentes épocas de los mismos o diversos personajes resaltará la presencia de hechos de reciente actualidad cuya vinculación con la esencia del ser humano, con la herencia familiar, con el sino histórico quedará impresa en personas, lugares, situaciones.

Algunas temáticas son recurrentes en relación con otras obras de la autora: Malvinas, la época del Proceso, las formas diversas que adopta el exilio, la conexión con los orígenes (ya sean europeos o de pueblos originarios), la relación con familias tradicionales de nuestro país (de rancia estirpe y con poder), la presencia de elementos procedentes de un mundo mágico que atraviesa la realidad, la búsqueda de la identidad de distintas índoles… Los diversos roles asumidos por la mujer no quedan a un lado en esta historia y se confirma una posesión de poder y autonomía que ha ido progresando con el tiempo en un mundo de hombres.

Lía, Villegas, Los Zorroaquín, los Tellechea, Tompkins… son sólo algunos de los individuos que van entrelazando sus historias personales y familiares y que traen a escena a otros seres que van tomando relieve en relación con épocas y circunstancias diversas que ayudan a entender la actualidad en la que ciertos personajes poseen la llave o el conocimiento o las razones por las cuales lo sucedido se ancla en la actualidad.

Una niña criada por su abuela y luego por padres adoptivos, un hombre ambicioso que no dudará en escalar hasta la posición que desea sin importar a quien deje en el camino, un accidente que marca la historia de varias familias, hermanos que se reencuentran luego de tiempos y ámbitos culturales diferentes, traiciones de diversa índole, distintas búsquedas de identidad en el tiempo/espacio/mundo interior; la actualidad con las huellas, pistas, rastros, consecuencias de actos reconocidos o no por quienes los realizaron; la historia de familias que recorren generaciones desde las Invasiones Inglesas hasta el presente y se asoman a un futuro incierto… Sólo son algunos de los múltiples elementos que en esta novela nos exhiben ese espejo con multiplicadas miradas de la realidad y la historia personal.

Quedan aspectos por trabajar y varios caminos por recorrer ubicando las citas que confirmen los pasos transitados en la lectura. Sin embargo, considero también que este fragmento (perteneciente a un discurso que en la obra figura en bastardilla) bien puede dar cuenta de la mirada que hemos planteado como un bosquejo hasta aquí:

La vida es una enfermedad crónica que termina con la muerte, y de esa enfermedad, en mundos paralelos, se sustentan todos los seres imperceptibles que nos componen. Quizás también ellos, los queridos y perdidos. En una dimensión que ningún instrumento puede alcanzar, alimentándose de nuestro amor y nuestra memoria, día tras día, mientras esperamos que el velo se rasgue y lo invisible se haga táctil entre los brazos.

Lo que hicieron ahí- pág. 29